DE CURSOS ANTERIORES

TEXTO DE CRISTINA ALAMEDA

©Cristina Alameda

LAS TRES ÉPOCAS
Capítulo primero. Edad Antigua
por Cleo 
Llevaba tanto tiempo corriendo a través del bosque, miraba hacia todos los lados, pero no conseguía ver nada.
Abrí los ojos. Había tenido un horrendo sueño de los que te despiertas sobresaltada, con el corazón a mil pero con el cuerpo paralizado de terror.
Entonces desayuné y me vestí. No quería decir adiós a aquella acogedora villa toscana, a sus gentes, a su ambiente… Después de despedirme, partí con mi hermano hacia Arezzo, donde nos alojaríamos un par de semanas en un pequeño palacio propiedad de la familia situado en el norte de la villa. No era la primera vez que íbamos allí. Muchos otoños acompañamos a mi padre cuando él iba a establecer contactos con otros comerciantes. Así, mi hermano continuaba con el negocio familiar cuando mi padre no podía.
No me gustaba demasiado estar allí ya que no me dejaban salir del palacio. Los días parecían semanas, las horas parecían días y yo ya me cansaba de aquella vida monótona. Echar una ojeada por las habitaciones del palacio era lo único que podía entretenerme, pero enseguida me cansé de no ver a nadie por el palacio pese a que ya era de noche. Ni siquiera vi a mi hermano, lo que me parecía muy extraño ya que era demasiado tarde para que estuviera fuera. Esperé en su habitación hasta que llegara, pero no llegó. Así que me volví a mi habitación.
Por la mañana, le pregunté a mi hermano donde había estado la noche anterior y me respondió que había estado toda la noche en su habitación, pero yo sabía que me estaba mintiendo, sabía con certeza que no había estado allí en toda la noche.
Estuve todo el día sin perderle de vista. Apenas cayó la noche, le vi coger su abrigo con presura y un pesado y viejo maletín. Decidí seguirle con cuidado de que no me viera. Si estaba pasando algo quería saberlo.
Le escolté hasta las afueras de Arezzo donde se reunió con otros hombres, todos con maletines similares, estuvieron hablando un rato pero no podía escucharlos. Luego caminaron por un estrecho sendero que discurría a través del bosque y que llegaba hasta el Valle dell’Inferno. Yo también seguí el camino. Entraron en una vieja casa, a la que yo también entré, pero por la puerta trasera. Me escondí en un pequeño comedor que daba a la habitación donde ellos hablaban y escuché con cuidado ya que no se podían dar cuenta de que estaba allí. Todos rodeando un mapa extendido sobre la mesa, discutían sobre las distintas posibilidades de capturar a algo. Entonces descubrí la verdad.
Al parecer esos hombres y mi hermano eran “cazadores”, pero no cazadores tradicionales, sino cazadores de vampiros, precisamente eso era lo que estaban cazando. Aunque entendí en ese momento lo que estaba pasando, no me lo creí, sonaba todo demasiado irracional. Mientras pensaba en todo esto no los vigilaba, así uno de ellos se percató de mi presencia y abrió la puerta del comedor donde yo me escondía. Tuve que huir de la casa. Ni siquiera sabía si me seguían pero seguí corriendo.
Llevaba tanto tiempo corriendo a través del bosque, miraba hacia todos los lados, pero no conseguía ver nada. Me deslizaba entre las hojas de los árboles tratando de llegar cuanto antes al río, donde podría situarme para salir de del bosque. Me paré para respirar y pensar en todo lo que acababa de ocurrir. Mientras me tranquilizaba con el sonido de la lluvia escuché un grito. Levanté la cabeza para prestar atención a los sonidos que se camuflaban bajo la lluvia y pude percibir unas delicadas pisadas. Un dolor extremo recorrió todo mi cuerpo y me desvanecí.





Abrí los ojos, era de día y todavía estaba en el bosque. Entonces podía escuchar cosas que antes no podía y correr más veloz que nadie, así huí de allí no fuera que aquellos hombres siguieran allí y se dieran cuenta de lo que era: un vampiro.
(2º de Bachillerato)
*         *         *
TEXTO DE DUSHENKA MOLINA VARELA

©Dushenka Molina Varela
Poema al tabaco

Respirando
Aspirando te introduje a mis pulmones
Te mezclaste con mi sangre
Tu fragancia se impregnó en mi ropa
Por donde pasaba te reconocían
Y me enorgullecía de que ellos supiesen que era tuyo
Poco a poco
con prisas
te metiste en mi mente
Haciendo que me marease con pensarte
al recordar que te tuve entre mis labios
Y te dejé caer entre mis dedos
¿Será normal?
¿Será natural?
Que ni el ser más puro,
más solo los impuros
sabemos que es tenerte
y sabemos tuyo
(2º de Bachillerato)
*         *         *
TEXTO DE CRISTINA CAÑETE SÁNCHEZ

©Cristina Cañete Sánchez
No me quieras tanto, quiéreme mejor.

Me miras sin verme y me preguntas qué me pasa.
Tus palabras dicen “¿por qué estás ausente?” cuando en tu voz se esconde el eco de la nada.
Esa nada que soñamos pero que jamás existió.
Aquella nada que somos, fuimos y seremos siempre tú y yo.


Y si la melancolía fuera euforia, el silencio dejaría ya de quemarnos.
Y si la tristeza fuera alegría, qué felices podríamos llegar a ser.
Y si las lágrimas fueran lluvia, ¿la sequía se atrevería a recordarnos?
Y si el cansancio fuera amor: te quiero más de lo que nunca he llegado a querer.
(2º de Bachillerato)
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TEXTO DE MIRIAM ALONSO PÉREZ

©Miriam Alonso Pérez

Las tres épocas II
Capítulo segundo (Edad Media)
Por Ella


Soy un fantasma de aquello que fui, mi corazón dejó de latir, soy la niebla de la persona que existió. Siento que desaparezco, cierro los ojos esperanzada de que eso pase, pero al abrirlos sigo sintiendo el estado de limbo que padezco. Llevo siglos viviendo sin vivir, no respiro pero camino, sonrío pero estoy vacía.

No siempre ha sido así. Vengo de la mágica época de caballeros y princesas, de dragones y de brujas, de nobles y de reyes, de amores imposibles y de muertes por ese sentimiento. El amor está maldito, aquel que deja un sabor agridulce, el único que te puede llevar a la locura, tanto que puede quebrarte, destrozarte.

Desde que tengo memoria, vivía en casa de los Condes Baron Hill, nobles fieles a Jacobo I, su rey. ¿Mi rey? La imaginación. Quién iba a decir que los mundos y criaturas de los que me rodeaba en mi pequeña mente serían reales. Yo era la sirvienta de los Baron, sin embargo me tenían en alta estima, solo yo me relacionaba tan directamente con sus hijos, me consideraban una más de la familia. La inocencia me caracterizaba y no entendía como Thomas, el heredero de los Baron se encaprichó de mí. Mas yo solo hallaba paz en los libros que poseían en aquella casa, aunque no sabía leer. Pronto me encargaron que instruyera a Alice, la pequeña de la familia, ya que Thomas había sido llamado para el ejército junto al rey. Era muy vivaz y algo pícara, sabía mucho más que yo pero no me negué a enseñarla la educación propia de una dama.

A cambio ella me enseñó el arte de descifrar aquellos símbolos del papel ya que me descubrió observando aquellos diminutos mundos con deseo. Pasaron unos años y la pequeña era toda una señorita de diecinueve años, y pensar que solo nos

separaban cuatro. Mis miedos regresaron junto a Thomas, hecho un hombre y con deseos de casarse con su objetivo… Yo. Me mantuve alejada de él en todo momento, intentaba tener el tiempo repleto de quehaceres. Mi único consuelo era sentarme junto al fuego con Alice y leer juntas, adoraba verla emocionarse. Una noche vino muy intrigada con un libro sobre las criaturas de la noche, aún me arrepiento de que lo leyéramos.

Una noche el Conde interrumpió nuestra velada. Nos miró con dureza y tristeza y diciendo una única frase se marchó. Aquella oración traspasó a Alice como un puñal, me miró pálida. Juro que vi como su alma se resquebrajaba, como si una grieta hubiera engullido su universo. Estaba comprometida.

Pasaron unas horas, no había conseguido caerme en brazos de Morfeo cuando la Condesa entró alarmada, tuve que tranquilizarla. “Se ha fugado”. Esas palabras bastaron para que bajara a las caballerizas y robando el caballo de Thomas salí en su busca. Parecía haberse esfumado, nadie la había vislumbrado. No la volví a ver esa noche.

Debido a la importancia del matrimonio de su hija, me pidieron que ocupara su puesto. Acepté, era lo mínimo que podía hacer. Sin embargo Thomas no tardó en enterarse. Se hallaba en una misión de busca y captura de Sawney Beave, pedida explícitamente por el Rey, parecía ser el culpable de todas las desapariciones acontecidas últimamente en el pueblo, incluida la de Alice, se lo acusaba de un delito peor que cualquier asesinato. Thomas decidió despejarse fuera del campamento, encontrando una cueva no muy lejos de allí. Se adentró costosamente pues desprendía un olor comparable con el de la muerte. Encontró rápidamente a su presa y a todas las personas desaparecidas, algunas vivas, otras muertas. Aunque las vivas desprendían un aura infernal, poseían ojos oscuros y manchas de algo rojizo destacaban en su pálida piel. Hallándose Thomas en estado de estupefacción fue descubierto. Sawney propuso su inmediata transformación. El joven ignoró sus palabras y preguntó por su hermana. “No era tan fuerte como esperé” contestó el jefe de aquellos demonios. Entonces Thomas abrió los ojos de su mente, ellos no asesinaban a las personas, se bebían su vida. Se le ocurrió usar aquello en su beneficio. Con una sonrisa macabra al borde de la desesperación les ofreció la entrada al pueblo y al castillo a cambio de que me secuestraran antes de contraer matrimonio. En aquel instante Thomas era más monstruo que cualquiera de los que estaban en la cueva.

Fue una masacre. Los únicos supervivientes fueron los habitantes del castillo y yo. En mi mente solo veía como unos seres rápidos y fantasmagóricos asesinaban delante mía a los Condes, por lo que no me enteré de cómo me habían cogido y me llevaban a través del bosque. En el interior de la cueva Sawney se me presentó. Le exigí explicaciones a ese hombre, o a lo que quedaba de él. Un nombre me bastó para gritar de la furia, Thomas.

Aunque hubiera dado lo que fuera por matarle en aquel momento sé que fue condenado a muerte por el mismo Jacobo. Yo esperaba la misma suerte en aquella cueva, pero pasó algo peor. Me sumergieron en un ataúd lleno de sangre donde pensé que me ahogaría, era una manera extraña de poner fin a mi existencia, lo último que oí fueron extraños cantos.

Abrí los ojos, mi corazón no latía, mis pulmones no respiraban, pero yo tenía mucha sed.
(2º de Bachillerato)
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TEXTO DE FÁTIMA LÓPEZ SÁNCHEZ

©Fátima López Sánchez

LAS TRES ÉPOCAS
Capítulo primero. Edad Antigua
por Cleo 


Habíamos perdido. Estaba acabada. Ya no sería una reina con un gran reino, sería una esclava de mis enemigos. Había perdido todo: mi familia, mi amor, mi reino… No me quedaba nada. Decidí que lo mejor sería morir.

Llamé a mis consejeros, trajeron una víbora, pero a pesar de doloroso era lento, y yo no tenía tiempo. Me aconsejaron morir con cicuta, acepté. Dije a mis sirvientes que me dejasen sola. Estaba a punto de beberme el veneno cuando una voz en la penumbra dijo:

-¿Y si no tuvieras que morir?

-¿Qué?

-Te propongo una segunda oportunidad, si la quieres, claro.

-¿A cambio de qué?

-Ya lo sabrás. Si lo aceptas, bébete esto. Se te acaba el tiempo, pequeña.

Me lo bebí pensando que sería algún tipo de ponzoña, y no estaba tan equivocada. Al instante en que el líquido pasó por mi garganta me caí al suelo, me producía unas arcadas horribles, no podía moverme, mi cuerpo no me obedecía. Seguía consciente, pero estaba como muerta.

Me cogió en brazos, me envolvió en su capa y salimos del palacio. Atravesamos la ciudad por callejuelas y llegamos al mar. No se oía más que las olas. Me soltó al suelo, me puso una especie de chal y me arrojó al mar. Entonces empezaron a quemarme las piernas, era un dolor insoportable; después la garganta comenzó a arderme, sentía que me ahogaba.

De repente la luz de la Luna iluminó mis piernas, que ya no lo eran, la garganta me dejó de doler y me sentía más libre. Abrí los ojos; aunque era de noche veía todo como si fuera a plena luz del día. Era capaz de respirar bajo el agua y oía cosas que antes nunca había oído. Comencé a nadar, era increíble lo rápido que iba. De niña siempre hacía carreras en el agua con mis amigos quedaba entre los primeros, pero ahora era distinto, me sentía identificada con el agua.

Tras nadar un buen rato decidí acercarme a la orilla a saludar a la extraña señora. Me resultó muy difícil salir y ya estaba amaneciendo. Salí y busqué a la encapuchada, pero no estaba. Encontré en el suelo una carta y un pergamino. Leí la carta, no podía creerlo, estaba sola en esto, tenía que buscar al resto y mientras tanto viviría eternamente unida al mar. Por una parte me gustaba, por otra estaba aterrada, ¿Cómo sabría por dónde empezar a buscar?, ni idea. Aun así, tenía una segunda oportunidad, no volvería a ver a mi familia, a mi reino, a mi gente; Pero sería libre y eso era lo que yo más anhelaba. 
(2º de Bachillerato)
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TEXTO DE CRISTINA CAÑETE SÁNCHEZ
  ©Cristina Cañete Sánchez

MI NIÑA, MI TESORO
Aún recuerdo esos años en los que una mañana de un frío día de noviembre comenzaba más tarde de lo habitual y con un gran lazo azul marino en el pelo. Todas revisábamos no haber olvidado colocar en nuestro pecho tu medalla, aquella que un día recibimos sin saber aún decirte con palabras cuánto te queríamos ya. Y es que durante años, la edad nos impedía ver todo lo que Tú nos traerías. Veíamos el colegio resplandecer inundado de compañeras, sin importar cuánto tiempo hacía que no vestían el uniforme o dónde la vida las había llevado. Ahí estábamos todas, unidas alrededor tuyo.
Ante nuestros ojos desfilaron las fiestas, los cantos, las alegrías, las dificultades. Pero sobre todo Tu Imagen, velada por fieles soldados que bajo tu inquebrantable servicio te llevaban a hombros, como Majestad que eres, abriéndote paso con los pétalos de sus lágrimas.
Ahora aquellos soldados somos nosotras, dispuestas a ser la guardia real de la Reina que eres de nuestros corazones. Corazones jóvenes, ansiosos por vivir, ya heridos pero con un amor de fuego que arrasaría ciudades. Corazones forjados en el hogar que bendices con tu protección. Corazones que dejaron de ser de niña y que se encaminan a convertirse en los de mujeres. Mujeres cuya vida aún está por escribir, pero a tus manos sus letras quedan rendidas. Mujeres que un día llevarán, como una vez ellas mismas fueron llevadas, ante Tu Imagen a sus hijas puras e inocentes, vestidas por el resplandor de tu devoción.
Si ahora decimos adiós es porque un día dijimos hola. Y si escribo estas palabras es porque no quiero que vuelen en penas o en alegrías como volátiles sentimientos, sino que permanezcan firmes (como nosotras) entre tus manos, juntas, alzadas en consagración al Señor.

(2º de Bachillerato)
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TEXTO DE SANDRA BARQUILLO MADROÑAL

                                                 ©Sandra Barquillo Madroñal

AQUELLA NOCHE

Esperaba que volviera a ser igual que la última vez, y digo igual, porque obviamente no podría haberlo hecho mejor, ella era así, perfecta hasta el hartazgo. Llegué al teatro y saludé a la directora de la gira de Katia, ella saludó cordialmente, como llevaba haciendo en las últimas diez actuaciones, y me invitó a sentarme, no sin antes lanzarme una mirada de desconfianza, y no la culpo. No es normal que alguien acuda a ver el mismo número, de la misma gira tantas veces. Pero en realidad me daba igual lo que pensara, o si alguien me reconocía. Incluso me arriesgaba a que me preguntaran qué hacía allí de nuevo, pero no importaba, lo hacía por ella, o tal vez por mi necesidad de verla a ella.



No lograba olvidarla desde aquella noche en la cafetería. Me acerqué a ella sin conocerla porque la vi sentada, sola, y parecía destrozada. Según me contó, su sueño era ser bailarina profesional, y esa misma tarde se había presentado a las pruebas de protagonista para el nuevo ballet del mejor compositor del momento. Por lo visto esa era la razón que la tenía llorando amargamente. Pensaba que su carrera artística estaba acabada después de aquel casting, en el que aseguraba haberlo hecho fatal.



Yo la escuchaba sin creer que alguien tan perfecta como aparentaba ser ella pudiera estar tan triste, y más raro aún, hablando conmigo. La invité a dar un paseo por un lugar, adornando mi propuesta con frases como " seguro que nunca has visto nada parecido" y más tonterías que ocultaban un gran " por favor, ven conmigo". Mientras yo le seguía soltando frasecitas ridículas, una luz surgida de algún lugar en su interior iluminó su mirada. Decidió seguirme y acabamos allí, en un banco abandonado, que se caía a pedazos al borde del río y debía tener ya sus cien años. El banco "sobrevivía" lo mejor que podía a las construcciones posteriores. Aquel era el lugar con las mejores vistas de nuestra ciudad y mientras yo le repetía una y otra vez las palabras: "Este es el paisaje más bonito del mundo", Katia asentía con la cabeza, sin darse cuenta de que yo la estaba mirando a ella.



Fue al día siguiente cuando salió el titular, por todas partes se leía: "El mejor ballet de los últimos tiempos ya tiene a su protagonista". Mis ojos lloraban de la emoción al leerlo, de alegría por ella, de temor a la vez, por si no volvía a verla.



Los días consecutivos a esto volví a la cafetería, al río, a cada lugar por el que estuvimos aquella vez, en la que prometimos volvernos a ver, pero ella no apareció. Estaba demasiado ocupada.



Y así estoy desde entonces, acudiendo a cada una de sus actuaciones, porque necesito verla. Y allí, en su undécima actuación, sentado en aquella butaca esperando a que ella volara sobre el escenario, me dije:



- La última vez- para volver a repetir la misma frase a la semana siguiente.
(3ºESO)
 *         *         *




 TEXTO DE LUCÍA GÓMEZ MORENO

 UNA NOCHE COMO OTRA CUALQUIERA

©Lucía Gómez Moreno


Una noche como otra cualquiera. Tú terminándote de vestir. Y una canción. Lou Reed canta casi melancólico que ha sido un día perfecto, que está contento de haberlo pasado contigo. Tú coges el cepillo del pelo, y cantas. Cantas con sentimiento, con una mano en el pecho, indicando que tú también lo sientes, mientras me miras. Eres una mujer muy divertida. Aunque yo estoy aburrido de estar sentado en la cama esperándote, te miro, y no me canso de hacerlo. Llevas ese vestido negro de las noches especiales. La música sigue sonando en el tocadiscos, esas notas de piano nada tienen que ver con tu alegría. Por ser un día especial te has recogido el pelo, pero a mí me gusta más cuando lo llevas suelto, y los rizos te caen por la espalda. Por fin terminas de arreglarte, coges el abrigo, me coges de la mano y nos vamos. Tú no sabes dónde, pero yo sí. Iremos a esa cafetería nocturna donde se improvisa la música y la poesía, donde los chavales leen sus poemas en un pequeño escenario, donde tú un día subiste ahí y leíste un poema de desamor. Donde nos pasamos la noche charlando después de habernos presentado. No te diré donde vamos, será una sorpresa, que hoy es nuestra noche. Ya casi llegamos, y tú sonríes porque reconoces la calle por la que pasaste cada noche durante tres meses… Te abro la puerta, yo siempre te dejo pasar primero. Todo estaba igual que hace diez años, la barra a la derecha; las mesas, redondas, pequeñas por todo el local, y el escenario, con la pared de ladrillos rojos al fondo. La atmósfera oscura, con humo de incienso por toda la sala, algún que otro fumador solitario en las mesas…  

Hoy se improvisa jazz, es lento, algo triste, llega al alma, directo al corazón. Yo te he traído a este sitio porque te encanta, porque aquí nació todo, y puedo observar en tu gesto que no podía haber elegido mejor sitio en una noche como hoy. En la mesa de siempre, con las piernas cruzadas por debajo, miras al escenario y sonríes, instintivamente mueves un pie al ritmo de la música y dejas que te lleve, dejas que las notas suenen dentro de ti con amor. Yo, al tiempo que te miro, me pregunto en qué piensas tú ahora mismo, ¿en la música? ¿en mí? ¿en nada? Yo… ya te puedes imaginar, pienso en ti como cuando teníamos veinte años menos… Miro tus manos sobre la mesa, y pongo las mías encima para que sepas que estoy contigo, tú me miras y me sonríes callada. Pero poco tardas en romper el silencio:

-¿En qué piensas? -me preguntas.
-En nada, en todo…
-Siempre tan misterioso… yo pensaba en ti -dices sincerándote.

Y así vamos a pasar toda la noche: escuchando música, hablando, riendo…al igual que tantas otras que quedan atrás hoy en el tiempo, y que espero que duren siempre, hasta que seamos muy viejecitos, y aún con el corazón arrugado sigamos sintiendo lo mismo, que no cambie nada, que todo permanezca en su esencia…como aquella noche, como esta… tuya y mía.

(2º Bachillerato)
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TEXTO DE ESTHER RODRÍGUEZ GARCÍA

 ENTRÓ SIN DARME CUENTA
©Esther Rodríguez García
Creo que él entró en mi corazón sin darse cuenta, sin llamar a la puerta, como si fuera el dueño desde que nació. Desde el primer momento que le vi algo se zarandeó dentro de mí, sin inmutarse pasó a mi lado, sonriente. Es increíble cómo pueden cambiar las cosas en unos minutos, ya te conocía de vista y no sentía nada por ti. Pero esa noche me robaste el corazón, me robaste todo lo que quedaba de amor en mí. Apenas unas horas más tarde ya estaba deseando volverle a ver. Nunca sabes cómo ni quién te robará el corazón. Esa sensación al verle, el corazón a 100 pulsaciones por minuto, el calor que te sube por todo el cuerpo, el roce con su piel al besarte después de tanto tiempo, el abrazo amistoso, tu respiración entrecortada, desear quererle ver a cada minuto a cada segundo, desear hablar con él a cada momento… Todo esto no se puede evitar sentir, es simplemente la mecánica del corazón. ¡Es tan sencillo y a la vez tan complicado! Muchas veces he oído: “el que no arriesga, no gana”. He apostado por ti, me he arriesgado sin saber si la piscina estaba llena, vacía o medio llena. Ahora al ser el dueño de mi corazón, te toca elegir.

   (2º de Bachillerato) 

  
*       *       *

TEXTO DE IRENE GARCÍA-BARROSO MELA

  
NOCHE MARINA

 ©Irene García-Barroso Mela



La noche brilla dulce, cubierta por su tintineante manto estrellado.
Oscura, profunda y misteriosa.
Abismal y apasionante.
Mi barco, mi pequeño barco, se mece sobre las aguas
en la lejanía.
La brisa nocturna besa sus velas,

arrulla mi nave con su nana marina.

Mi barco, mi pequeño barco

se duerme en la lejanía.

En los brazos de Neptuno

sueña con la eterna luz del día,
con delfines y sirenas,
alfombras de coral y nácar
y perlas sumergidas.
¿Por qué tenías que marchar presto?
Sé que a la tierra no perteneces.
Ve, pues, pero no vuelvas,
el puerto ya no te merece.
Inúndate y desvanece
mis recuerdos en la sal.
Haz que no vuelvan, que los devoren las bestias.
Que se deshagan, se desmenucen, se exterminen.
Al mar los arrojo y en sus profundidades
los entierro.
Mi barco, mi pequeño barco, zarpa silencioso
en la oscuridad del horizonte.
Borra la estela de tu paso, la blanca esfera
solo será testigo.
Mi barco, mi pequeño navío, zarpa silencioso
en la oscuridad del horizonte.
Guardián de mis sentimientos,
enterrador de ellos en esta triste noche.

  
 (2º Bachillerato)

   
                                                 *      *      *

TEXTO DE PATRICIA URBINA RUBIO


TIEMPOS PASADOS

©Patricia Urbina Rubio 

Con el pestañear de sus ojos varado en el horizonte, recordaba los momentos en los que la vida le sonreía con la mejor de las sonrisas. Viéndose reflejada en el agua de aquel vaso medio vacío, observaba el tiempo modelando aquel rostro que en su plenitud, fuera la causa de aventuras insospechadas y palpitantes hasta los amaneceres del alba.


Únicamente, quedaban las cenizas que poco a poco se apagaban de algo que siendo, fue y que habiendo sido, ya no eran sino recuerdos, sombras de un tiempo mejor que ahora añoraba. Sentía entonces que el único asomo de realidad verdadera que residía en su ser, era la certeza de haber amado, sin saber siquiera, haber sido correspondida. 


Atrás quedaron los días que vendrían, días que prometían ser promesas eternas, para después desvanecerse junto con los besos que nunca llegaron a su destino.



 (2º Bachillerato)
 
   *      *      *


TEXTO DE AMANDA LÓPEZ SÁNCHEZ

 
TÚ Y YO
©Amanda López Sánchez
 Tú, tan fuerte y seguro. Yo, tan frágil e indecisa. Tú, con los pies tan en la tierra. Yo, con mi cabeza en la luna. Tú, intentando hacerme reír a cada instante. Yo, aprendiendo a cuidarte.

Fuimos dos grandes potencias, dadas de la mano, podríamos haber tenido el mundo a nuestros pies; nunca necesitamos nada más, solo nosotros, el uno al otro... Aún sigo sin entender muy bien por qué dejamos que esto se nos escapara. Juntos fuimos reyes, aprendimos a ser mendigos. Al llegar a la parte mejor del cuento empezaron a fallar nuestros poderes, ya no éramos inmortales... Tú empezaste a decir mentiras solo por agradarme; yo te creí por miedo a perderte... Y así, poco a poco, pasamos de ser superhéroes a ser solo humanos, simples, taciturnos, incompletos, insanos, corruptibles, degradados, solitarios.

Ahora que ya no estás, que ya te has ido y me has dejado sola, conservo tus dulces recuerdos, tu olor en mi almohada.

 
(2º de Bachillerato)



   

                                                 *      *      *



TEXTO DE MARÍA PORTILLO DA SILVA


UN HERMOSO AMANERCER (parte 1)

©María Portillo Da Silva


Llegó el momento de inaugurar un nuevo día. Recogí las estrellas, centinelas de la noche, y me las guardé en el bolsillo, y le pedí a la luna que retornara a su ocaso. Mientras vestía un hermoso ropaje nacarado a las montañas semidesnudas, escuché el sonido de las inquietas hojas de los árboles que se dejaban llevar por la misma brisa que acariciaba tu hermoso rostro dormido. Hice brotar abundante agua de las entrañas de la tierra para satisfacer la sed de tus resecos labios. Coloqué el sol y pinté las nubes en el cielo, te imaginé y deseé, ya que, sin estos pensamientos y deseos dejarías de existir, desaparecerías sin más.

Antes de escuchar tu primera petición del día, antes de presenciar tu despertar, fijo mi mirada dulce sobre ti y velo tu sueño hasta la apertura de tus bellos ojos. En cuanto tus ojos se abren, todo lo creado queda a tu entera disposición, pero enseguida caes y la herida que posees se abre. Las montañas pierden su nacarado ropaje, las hojas de los árboles cesan su movimiento, la brisa guarda el silencio, el manantial de abundante agua se seca, la nubes ocultan el sol, pero, a pesar de todo, mi pensamiento y mi deseo siguen puestos sobre ti, sigo deseándote, y a pesar de tus caídas, todo lo creado sigue siendo tuyo, si las montañas pierden su hermoso ropaje, vístelos de ti, si las hojas de los árboles cesan en su movimiento y la brisa guarda silencio, libera un pequeño suspiro de tu ser y volverán a bailar inquietas; si el manantial de agua queda seco, acércate a beber del agua fresca que ofrece mi costado, si las nubes no te dejan ver el sol, busca en tu interior y encontrarás mi reflejo…

Fdo:Charlotte



 (1º de Bachillerato)


 




                                                *         *        *

TEXTO DE MAITE AGUILAR GONZÁLEZ


ANHELO
©Maite Aguilar González


Hace frío, mucho frío, estoy tiritando, la nieve que cae empapa mis vaqueros y mi jersey naranja apagado. Un millón de finísimas agujas de diamante heladas se incrustan en mis huesos provocándome un dolor espantoso.


 


Con torpes movimientos de unos de dedos que parecen tener vida propia consigo deshacer  la larga trenza en la que llevo recogidos mis ondulados cabellos cobrizos y rodeo mi cuello con ellos.


 

Hace frío, mucho frío. El dolor comienza a desaparecer en los dedos de los pies. Ya no siento mis dedos, no puedo moverlos. La insensibilidad gana terreno; llega a los tobillos y continúa subiendo lentamente. Los doloridos dedos de las manos sienten envidia de sus familiares de las tierras bajas y tratan de quedarse sin sensibilidad.

 

Oculto mis manos bajo mi jersey y las meto entre los botones de mi camisa, proporcionándoles el único consuelo que en ese momento les puedo ofrecer: el contacto con mi propia piel.

 

La insensibilidad llega a mis rodillas y caigo, cual árbol al ser talado, sobre la nieve y mis labios besan la horrible tortura. Hace frío, mucho frío.

 

Cuando despierto, un sol abrasador descarna la mitad visible de mi cara.

 

Hace calor, mucho calor. Apenas puedo respirar, mi pecho se oprime contra la arena que más bien parece lava fundida, abrasando la piel de la parte de mi cara oculta y de mis brazos y piernas que quedan expuestas, culpando a una camiseta blanca de hombreras y a unos shorts kakis de su agonía.

 

A duras penas me incorporo y me pongo de rodillas. Toso para intentar respirar mejor y, entre el aire entrecortado y los alaridos de dolor, salen de mi garganta y por mi boca polvo y grabas de arena.

 

Hace calor, mucho calor. Cada parte de mi cuerpo parece palpitar por sí sola. Las dunas de arena comienzan a emborronarse. Mi cuello no resiste más y hace caer mi cabeza precipitadamente contra mi pecho. Consigo abrir los ojos y veo mis piernas y mis brazos enrojecidos y bañados en sudor mezclándose con los mechones de mi pelo.

 

También mis rodillas ceden e involuntariamente quedo sentada sobre mis pies, los cuales quedan sepultados clavándome los talones. Apenas lo noto.

 

Hace calor, mucho calor. Mis brazos caen muertos sobre mis hombros y mis dedos acarician el mar del infierno. Noto cómo una gota de sudor desciende por mi sien hasta quedar pendida sobre mi nariz. Mi cabeza va a estallar.

 

Mi piel está empapada, pero mis labios secos y cuarteados y mi boca aún llena de polvo. Recuerdo la blanca y refrescante nieve; podría aliviar el sufrimiento de mi piel o derretirse en mi lengua para luego descender limpiando mi garganta.

 

No puedo respirar más y mi hombro choca contra la arena. Un espasmo me hace recuperar la consciencia y la nieve cruje bajo mi cuerpo protestando por alterar su serenidad.

 

Hace frío, mucho frío. Y en este momento anhelo la cálida arena.

 

 

(1º Bachillerato)

                                               *          *          *
 
 
 
 
  

 TEXTO DE VIRGINIA MONTEJO DEL PINO


 SIENTE

©Viginia Montejo del Pino



Hay personas que piensan que tras una experiencia traumática, el cerebro se modifica de tal forma, que borra completamente de tu memoria aquel suceso para siempre.



Solo despiertas de un largo letargo inmerecido, que, más que tú, lo sufren tus allegados más cercanos.



En términos populares digamos que oyes lo que la gente de tu alrededor dice, están preocupados, algunos lloran, otros se limitan a hacer preguntas secas, los demás directamente intentan quitar importancia a la situación. Este sentido se especializa tanto que hasta oyes el chirrido de las camillas metálicas rozando con el suelo, los murmullos en la calle, en el pasillo, los gritos de habitaciones cercanas.



Así como el sentido olfativo adquiere una habilidad especial para detestar el olor de los hospitales, la angustia en el ambiente, los perfumes caros de  visitantes, el olor a lluvia del exterior…



Te entran ganas de gritar, de levantarte y saltar, de salir corriendo y no volver, de chascar los dedos y esfumarte de allí… pero lo único con lo que te encuentras son unas ganas indescriptibles de dormir… solo dormir.



No puedes responder, decirles que estás bien y que todo pasará pronto. No puedes consolarles, secar sus lágrimas, saludarlos cuando llegan, despedirlos cuando se van.


Y no sabes cuánto durará esa sensación, cuando te despertarás, podrían ser días, semanas, meses  o años. Piensas incluso en que no te despertarás nunca, y te imaginas lo que has hecho durante tu vida y que te hubiera gustado haber hecho. Te arrepientes de algunas cosas y te gustaría repetir muchas de ellas: estar más con tu familia, no haber trabajado tan duro, haber mantenido el contacto con tus amigos, probar cosas nuevas,… pero no tienes la seguridad de que seguirás despierta para probarlo de nuevo.

(1º Bachillerato)
 
 
 
 
 
 






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 TEXTO DE NOELIA PIMENTEL MAYORDOMO


LOS AMANTES DE LA MUERTE

 ©Noelia Pimentel Mayordomo

El fuego crepitaba suavemente en la chimenea. La noche oscura se colaba en la habitación y avanzaba poco a poco en su lucha contra la luz. Las estrellas silenciosas, vigilantes del lento pasar de los segundos y testigos de los actos más viles de los hombres, se asomaban tímidas para ver lo que iba a suceder en la habitación.

De repente, la puerta se abrió, un hombre joven entró agarrando algo entre sus manos. A la vez que él, un frío terrible entró haciendo que las llamas del fuego se tambaleasen dejando la habitación a oscuras momentáneamente. En ese instante unos ojos fantasmales se distinguieron en la negrura.

El hombre observaba embelesado su objeto mientras que se quitaba el abrigo y se dirigía hacia un sillón situado cerca del fuego. Ya sentado abrió el paquete y tiró el envoltorio al suelo. Era un libro. Lo puso en alto para leer  su título.

-“Los Amantes de la Muerte”. ¡Francisco Núñez, eres el hombre más afortunado del mundo!- se felicitó a sí mismo.

Francisco vivía solo, desde la muerte de su prometida, Eloísa Caballero. A partir de entonces su pasión habían sido los libros y lo poco que ganaba lo gastaba en ellos. Se arrellanó más en el sillón y comenzó a leer:

“En una ciudad perdida
Cerrada a cal y canto
La negra noche envolvía
El encuentro de dos amados
Una muchacha escondida
Escuchaba los susurros alados
-¿Dónde estás amado, mi alegría?
Un murmullo sonó de lado
Un cambio tomó la brisa
-Aquí estoy celestial regalo
De las estrellas la que más brilla”

En ese momento Francisco se durmió, sumiéndose en un sueño incómodo e inquieto. Se encontraba en un lugar negro y húmedo. A pesar de que no distinguía ningún límite a ese espacio se sentía angustiado y aprisionado, como el pecador que se enfrenta a su destino final. Gritó pidiendo ayuda pero sus palabras se perdieron en el vacío. Entonces, alguien se materializó en la negrura. Francisco reconoció el hermoso rostro de su Eloísa.

-Dulce Eloísa, amor mío, ¿cuándo regresaste?

-No me nombres tu amor- respondió ella tajante

-¿Qué dices mi amada? ¿De dónde sale tu ira? Aún estás presente en mis recuerdos y de muchas de mis lágrimas eres la causa.

-¡Mentiras!, ¡nada más que mentiras!- gritó y su dulce rostro se volvió fantasmagórico y cadavérico- ¡Ni un solo día me guardaste luto!

-¿Qué?- susurró Francisco cada vez más asustado.

-Ellas- movió un brazo y aparecieron muchas mujeres. Francisco enmudeció al reconocer el rostro de muchas de sus amantes.- Ellas, ¿qué son?- Él no respondió- He venido a avisarte, un día me prometiste que me pertenecerías y no dudes que mío serás.

Francisco se despertó de repente. Estaba tan aterrado por el sueño que se levantó de un salto.

-Tranquilo, tranquilo, Francisco.- se dijo intentando recuperar la calma.- Sólo, sólo ha sido un sueño.

Recogió el libro que estaba caído en el suelo abierto por la última página. Sin poder evitarlo él la leyó:

“Brilló el cuchillo con furia,
En la boca un grito se oyó.
Bajó la hoja maldita
Y en su pecho se metió
-¿Por qué lo has hecho mi vida?
Al morir el amado susurró
-Porque sólo una te poseería
Y esa una soy yo.
Y tras decir esto, la niña
El cuchillo en su cuerpo clavó”

No terminó de leer la página, un ruido había sonado en la habitación. Ya estaba bastante alterado por el sueño, pero el final del libro terminó por crisparle los nervios. Se abrieron de repente las ventanas dejando entrar un frío viento que hizo que el fuego se apagara y que la habitación se quedara a oscuras. Francisco corrió a encender una vela, que sólo sirvió para oscurecer aún más los rincones de la sala.

Cerró las ventanas y se volvió a girar, otro ruido había sonado, esta vez más cerca. Ahora a la derecha, una puerta cerrarse. Ahora a la izquierda, unos pasos apresurados. Delante de él unos libros se cayeron. ¡Estaba por todas partes! Cogió una escopeta, un recuerdo de su padre, que descansaba en la repisa de la chimenea aún humeante. Apuntó a la nada.

-¡Sal demonio inmundo! ¡Sé que estás ahí!

De repente, sonó la puerta de la entrada. Fue corriendo hasta allí y se la encontró abierta, ¡y él estaba seguro de haberla dejado cerrada! No dudó y siguió corriendo hasta adentrarse en el vecino bosque.

-¡Déjame en paz!- se giró y comenzó a andar de espaldas.- ¡Déjame en paz!

Si Francisco hubiera estado atento o hubiera paseado más por ese bosque sabría que se acercaba a un profundo precipicio abierto por un río. Pero no había hecho ni lo uno ni lo otro, así que cuando se dio cuenta de que sus pies no pisaban sólido era demasiado tarde. Soltó un grito que resonó contra las paredes del hondo barranco a la vez que se precipitaba al vacío.

Su cuerpo fue arrastrado por el río varios cientos de metros hasta quedar varado en una orilla rocosa. Entonces una presencia blanquecina apareció, se agachó y rozó la mejilla del muerto.

-Ahora estás conmigo- dijo Eloísa. Y desapareció.
  

(1º Bachillerato)

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 TEXTO DE RAQUEL SÁNCHEZ RODRÍGUEZ

LA MUJER DEL MERCADILLO
©Raquel Sánchez Rodríguez
Era una mujer alta, comparable con el gran monumento de la Torre Eiffel. Tenía la cabeza pequeña como bella mariposa, solo por el tamaño; más de tres pelos, estos de color claro, finos como la seda, que solían mirar hacia arriba ondeados por suaves brisas.
La parte superior de la cabeza era comparable con un bello paisaje, por sus elementos: las cejas, como una campo en primavera y los ojos de un color cielo a punto de tormenta, y grandes, que expresaban atención yendo de un lado a otro desviados sin movimiento de cabeza.
La nariz, otro monumento, éste todavía no esculpido. La comisura superior como de terciopelo, fino, y suave al tacto, parecía dar calor à la boca, de labios finos, que abrían paso, como una concha, a una gran parla en el centro.
Las orejas, como dos grandes pétalos de rosa, no servían para sujetar los hilos finos de plata.


Era delgada, difícil de apreciar por la generosa capa de telas que portaba.
Andaba con la frente hacia delante pero el cuerpo agachado, que parecía estar buscando más perlas para embellecer su sonrisa; las piernas avanzaban como enemigas.
Su caminar era rápido y decidido, acompañado de un suave balanceo mientras fijaba, por un lado, el ojo izquierdo y por el otro, el derecho a la gente con la que se topaba susurrando predicciones para sí.
(4º de ESO)

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TEXTO DE CRISTINA CAÑETE
SUEÑOS
©Cristina Cañete


Escuchas los ecos de tu mente, no encuentras el sonido de tu propia voz. El viento continúa susurrando que aprendas a volar, que ya conoces la caída demasiado bien. Es el silencio quien marca el ritmo de tu respiración, hipnotizado el dolor que petrificó un día tu piel.

Las ves, las sientes, aquellas chispas que al desgarrarlo todo hacen arder la profundidad para construir miedos con su humo, esperanzas con las cenizas, caminos con las brasas. Y si queremos luchar, ese el lugar por el cual debemos avanzar, como agua en fuego recorriendo aquello que llaman sueños.

Sus llamas viven en los ojos del niño que aprende a andar, en las lágrimas del miserable que falló en su intento, en el latir de cada persona que un día se consideró humana. Todas las luces y colores se reflejan en ellos, el blanco pertenece al negro como el resplandor a la oscuridad. Sabes cómo corroen por dentro y alzan al mismo tiempo, dándonos alas para alcanzar el todo o arrojándonos al suelo para reducirnos a la nada.

Puedes encontrar en los sueños todos esos precipicios, sus llantos inconsolables capaces de quebrantarlos, los gritos que encierran tu mente. Pero en medio de la noche el frío aire entra y sale de tus pulmones, el corazón late aun con las notas del sol cansado. Permanecer quieto extinguirá el incendio del agua, convertirá lo que eres en el hierro del terror, hará desaparecer cada cosa que un día creíste segura bajo el candado de un presente que ya murió.

Está, a lo lejos, el espejo de los sueños sostenido en cadenas de humo. En algún punto te darás cuenta de tu huida de las garras de lo imposible cuando ya estés en sus brazos, sintiendo cada paso como una nueva herida y una nueva cura, como el ahogo del aliento y el aliento del ahogo al atravesar su cristal. Dormirás a la vida y despertarás al sueño, porque somos lo que soñamos y vivimos lo que arriesgamos.


4º de ESO
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TEXTO DE BEATRIZ ARROYO 
CANSADA
©Beatriz Arroyo


Cansada no es solo una palabra, sino un estado ánimo, incluso un sentimiento. Son tantas las razones por las que uno puede estar cansado... Mayoritariamente, las personas que están cansadas se rinden mucho y pronto. El cuerpo, incluso el alma les pesa, no quieren hacer nada y están de mal humor. Por estas razones las personas de nuestro alrededor no les pueden incitar a hacer cosas, ya que, a lo mejor, esas mismas personas están en su misma situación ocultándolo tras una sonrisa e incluso tras una misma conversación en la que se detecta por su tono de voz, y su mirada engaña bastante. No te fíes mucho de la portada de un libro, ya que lo que contiene puede ser lo más delicado, hermoso y misterioso del planeta.

(4º de ESO)

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 TEXTO DE MIRIAM RODRÍGUEZ GALLEGO

  
UN TIPO DURO

©Miriam Rodríguez Gallego
Vimos al personaje a lo lejos, y para cuando llegó junto a nosotros, ya estábamos en silencio, tensos como vigas, esperando lo peor… Él avanzó un poco. Dos. Tres. Y poniéndose en el medio, nos miró. Nos examinó. Recorrió la mirada por cada uno, saboreando el terror impreso en nuestros rostros mientras se relamía los labios. Se remangó los puños con aire desafiante. Me miró fijamente. Me observó con esos ojos rasgados y amenazadores de un cowboy del oeste antes de empezar la pelea. Dirigió su mano al bolsillo, sin llegar hasta él. Movía los dedos nerviosamente hacia arriba y abajo como vaquero que no se decide por el momento a sacar su pistola. Jamás había conocido esa tensión. No quería morir. No estaba dispuesto a aquello. Era joven y tenía una vida por delante. Me empezaba a doler la cabeza. Mi frente estaba muy caliente y comenzaba a sudar otra vez. Casi me caigo de lo que se relajaron mis músculos cuando de repente giró la cabeza hacia mi compañero y serio, le dijo: “Explícame los tipos de células” Mi pobre amigo no consiguió responder y el genio malvado sonrió. Paró la mano. Definitivamente la llevó al bolsillo. Sacó el bolígrafo, y tras apuntar el negativo en la agenda, sopló el arma.

(3º de ESO)


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 TEXTO DE MIRIAM RODRÍGUEZ GALLEGO


VIDA


©Cristina Cañete Sánchez (3º ESO)


La vida es un largo e intenso caminar, que no sabes que te deparará ni podrás retroceder sobre tus propios pasos.

Avanzas sin poder parar, tratando encontrar el camino que te lleve a tu verdadera meta.
Pero ahora, tomas aliento y miras atrás. La noche se pierde tras tu sombra, con la imponente oscuridad deshaciendose en el horizonte, las estrellas destellando débilmente, brindándote un recuerdo aún. Y allí, en la oscuridad, las tenebrosas facciones de los fantasmas del pasado fijan la mirada en ti para intentar hacerte caer, conseguir desmoronarte de nuevo una y otra vez.

Aprieta los puños y no vuelvas a mirar al pasado solo si es para sonreír y no para sufrir, entonces (con una pizca de valentía y loca cordura) gira la cabeza hasta el futuro.

El sol amanece grandioso y espléndido ante ti. Te fallan las piernas y dejas escapar un suspiro... todo parece tan hermoso pero tan desconocido. Los rayos del sol acarician tu piel con delicadeza. Sientes su calor meciéndote maternalmente. Ves a contraluz figuras oscuras acercándose a ti con lentitud. Un pensamiento azota tu mente cada segundo: "¿me harán daño o seré feliz?". Sabes que nadie sabrá contestar a esa pregunta. Nunca. Jamás.

Inesperada, la vida: el cóctel explosivo de actos buenos y malos, de felicidad y sufrimiento... y no existe un escudo para ello, pero si fuerzas para enfrentarse a tanto.

Tus pies ahora avanzan por la travesía. Y el ahora, ahora, es el pasado; y el ahora, ahora, es el futuro.

Vive la vida, continúa andando. Porque las cosas, como el viento, vienen y van y al fin y al acabo todo terminará siendo un frágil recuerdo.