domingo, 29 de noviembre de 2020

 Una vez más 

No comprendía por qué me hablaba así, al igual que no comprendía la mitad de sus acciones, sus ideas, sus frustraciones y sus gritos tras darse cuenta de que nada salía cómo quería que habían venido sucediéndose, como en un ciclo sin fin, en los últimos meses. 

Todo podía ser porque anhelaba imposibles, sostenía sus pretensiones sin sentido con la firmeza de quién defiende aquello que ama pero sin poder ocultar el odio de aquel que no acepta sus limitaciones. 

Tan pronto intentaba calmarle, me reprochaba que yo estaba en su contra, que no creía en él, igual que los demás. Si supiera que en él tengo mis más altas expectativas ya cumplidas, que no necesita hacer nada estrafalario para impresionarme, quizá así se tranquilizaría; pero yo, yo era inexplicablemente incapaz de decirle eso. Era como dejarme sin coartada, como asegurarle mi amor a pesar de sus numerosos defectos. Sí, así era, pero algo dentro de mí no cesaba de repetirme que obviamente él no podía saberlo. 

Cuarenta minutos y volvió. Se había quebrado antes de lo habitual. Normalmente el orgullo le aguantaba una hora. Lo importante es que venía, con ojos llenos de pena en busca de comprensión y balbuceando tonterías que venían a decir perdón. Y así nos quedábamos mirándonos mucho rato una vez más, mientras me recordaba que no volvería a pretender cosas tan absurdas y se centraría en lo verdaderamente importante. Y yo naturalmente le creía, sabiendo que si volvía a hacerlo, le esperaría para cobijarle, a él y a sus miedos, una vez más. 

Sandra Mª Barquillo Madroñal, 2° Bachillerato Letras